martes, 29 de enero de 2013

LA PÁGINA BLANCA

Mis ojos miraban en horas de ensueños
la página blanca.

Y vino el desfile de ensueños y sombras.
Y fueron mujeres de rostro de estatuas,
mujeres de rostro de estatua de mármol,
¡tan tristes, tan dulces, tan suaves, tan pálidas!

Y fueron visiones de extraños poemas,
de extraños poemas de besos y lágrimas,
¡ de historias que dejan en crueles instantes
las testas viriles cubiertas de canas!

¡ Qué cascos de nieve que pone la suerte !
¡ Qué arrugas precoces cincela en la cara !
¡ Y cómo se quiere que vayan ligeros
los tardos camellos de la caravana !

Los tardos camellos
-como las figuras en un panorama-,
cual si fuese un desierto de hielo,
atraviesan la página blanca.

  Este lleva
una carga
de dolores y angustias antiguas,
angustias de pueblos, dolores de razas,
¡ dolores y angustias que sufren los Cristos
que vienen al mundo de víctimas trágicas !

  Otro lleva
en la espalda
el cofre de ensueños, de perlas y oro,
que conduce la reina de Saba.

  Otro lleva
una caja
en que va, dolorosa difunta,
como un muerto lirio, la pobre Esperanza.

Y camina sobre un dromedario
   la Pálida,
la vestida de ropas obscuras,
la Reina invencible, la bella inviolada:
   la Muerte.

   ¡ Y el hombre,
a quien duras visiones asaltan,
el que encuentra en los astros del cielo
prodigios que abruman y signos que espantan,
    mira al dromedario
 de la caravana
como el mensajero que la luz conduce,
¡ en el vago desierto que forma
                                     la página blanca !

RUBÉN DARÍO
 ©2012 Paulina Moya