la página blanca.
Y vino el desfile de ensueños y sombras.
Y fueron mujeres de rostro de estatuas,
mujeres de rostro de estatua de mármol,
¡tan tristes, tan dulces, tan suaves, tan pálidas!
Y fueron visiones de extraños poemas,
de extraños poemas de besos y lágrimas,
¡ de historias que dejan en crueles instantes
las testas viriles cubiertas de canas!
¡ Qué cascos de nieve que pone la suerte !
¡ Qué arrugas precoces cincela en la cara !
¡ Y cómo se quiere que vayan ligeros
los tardos camellos de la caravana !
Los tardos camellos
-como las figuras en un panorama-,
cual si fuese un desierto de hielo,
atraviesan la página blanca.
Este lleva
una carga
de dolores y angustias antiguas,
angustias de pueblos, dolores de razas,
¡ dolores y angustias que sufren los Cristos
que vienen al mundo de víctimas trágicas !
Otro lleva
en la espalda
el cofre de ensueños, de perlas y oro,
que conduce la reina de Saba.
Otro lleva
una caja
en que va, dolorosa difunta,
como un muerto lirio, la pobre Esperanza.
Y camina sobre un dromedario
la Pálida,
la vestida de ropas obscuras,
la Reina invencible, la bella inviolada:
la Muerte.
¡ Y el hombre,
a quien duras visiones asaltan,
el que encuentra en los astros del cielo
prodigios que abruman y signos que espantan,
mira al dromedario
de la caravana
como el mensajero que la luz conduce,
¡ en el vago desierto que forma
la página blanca !
RUBÉN DARÍO
©2012 Paulina Moya
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