En las horas
que alumbra la luna,
pierdo el aliento
con el salvaje destino,
que aguarda sigiloso
delante de mis ojos.
Dolorida ralentizo mis manos,
que locamente acarician
el terciopelo de la medianoche;
y aspiro profundo
oliendo el mar lejano.
Escucho el viento,
perfumado,
musitar en mis oídos,
de secretos que algún día
serán sueños.
El manto que se asoma
en tu ventana,
viste mi piel furtiva,
aquí, ahora y siempre
me quedaré.
Paulina Moya
©2012
Paulina Moya
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